Tuve un alumno al que le resultaba muy difícil mantener el orden en sus cuadernos y libros. Al cabo de un mes, las encuadernaciones estaban desgarradas y todas sus libretas tenían roturas y dobleces en sus ángulos, las llamábamos "orejas de burro". Por supuesto no faltaban manchas de tinta o tareas incompletas. Lo más difícil era que el alumno reaccionaba todavía de modo infantil y se mostraba muy sensible a cualquier reprimenda, por lo que, durante un tiempo no dije nada. Esto no fue bueno porque un día perdí el control. Arrojé su cuaderno sobre el pupitre y en voz alta protesté por esos dobleces que tanto me hacían enojar. Al día siguiente vino a mi mesa con total candidez, mostrándome exultante una pila de cuadernos. "Señora Franke, mis cuadernos ya no tienen orejas de burro", anunció. Las había cortado todas con unas tijeras.
Eres uno de nosotros, Marianne Franke

jueves, 3 de febrero de 2011

A veces sueno como un sargento.



A veces sueno como un sargento dictando órdenes:

"Saca la punta al lápiz."
"Levanta la mano."
"Pon el nombre en el examen."
"No te muevas del asiento."
"Saca los libros."
"Mantén la vista sobre el papel."
"Hagan la fila."
"Baja la voz."
"¡Ten cuidado con el ordenador!"

No sólo les digo a los alumnos lo que tienen que hacer, también lo que no tienen que hacer:

"No corran por los pasillos."
"No empujes."
"No seas grosero."
"¡No se peguen!"
"No olviden hacer la tarea."
"No escribas encima de los pupitres."
"No hables."
"¡No copies!"

En vez de impartir clase tranquilamente, paso la mayor parte del tiempo intentando controlar a mis desmadrados alumnos. Y, no obstante, parecía que cuantas más órdenes les daba, más se resistían a cumplirlas. Las valiosas horas de clase se echaban a perder combatiendo actitudes desafiantes y luchando por el poder.


Lo que no ayuda






Algunas formas de solictar colaboración, producen un efecto extraño a nuestro deseo:

DOCENTE: (culpando y acusando) ¿Te olvidaste el lápiz otra vez? ¿Con qué pensabas escribir, con el dedo? Ahora tendremos que interrumplir la clase, hacer perder el tiempo a todo el mundo y buscarte un lápiz.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Me han humillado.", "Nunca hago nada bien.", "El profesor no es amable."

DOCENTE: (insultando) Tienes que ser bastante idiota para entregar un trabajo sin preocuparte de poner el nombre.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "¡Te odio!", "Todo lo que hago te parece mal.", "Supongo que soy un idiota."

DOCENTE: (amenazando) Si vuelvo a encontrar otra bolita de papel escupida, te sacaré de la clase tan rápido que ni te enterarás. Y si no abandonas este comportamiento, te voy a expulsar del colegio.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "No me lo creo.", "¡A mí qué me importa!", "¡Qué miedo!"

DOCENTE: (dándo órdenes) Cállense. Guarden las libretas. Pónganse en fila ahora mismo. ¡Rápido!
REACIONES DE LOS ALUMNOS: "No soy tu esclava.", "Tranquilo, despacio!", "Me quiero escapar de esta prisión."

DOCENTE: (echando sermones y discursos) No está bien que hayas roto el lápiz de Juan. ¿Te gusta´ria que alguien te rompiera tu lápiz? Si alguien te presta algo, tienes que cuidarlo bien, del mismo modo que tú esperas que los demás cuiden bien tus cosas. ¿No crees que deberías pedirle a Juan disculpas? Yo creo que sí.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Soy una mala persona.", "Bla, bla, bla...", "Ya hace rato que no te escucho."

DOCENTE: (advirtiendo) ¡Cuidado con estas probetas! Las vas a romper y te cortarás.... ¡Cuidado con este mechero de Bunsen! ¿Quieres tener un accidente?
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Tengo miedo.", "Mejor que no toque nada.", "Te equivocas. No va a pasar nada."

DOCENTE: (haciéndose la víctima) Cada día me voy a casa con dolor de cabeza, ustedes tienen la culpa. ¿Ven estas canas? Tengo una cana por cada uno de ustedes.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Ya te regalaré un tinte.", "¡Ojalá estuviera en otra parte1 No tendría que oir este rollo.", "Es culpa mía."

DOCENTE: (comparando) ¿Por qué has entregado tu trabajo fuera de plazo? Tu hermana Elisa fue mi alumna el año pasado y era siempre puntual.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Nunca seré tan brillante como Elisa.", "¡Odio a mi hermana!", "¡Odio a mi profesor!"

DOCENTE: (con sarcasmo) ¿Nadie sabe en qué año Colón descubrió América? Estupendo. Este colegio debe atraer a todos los retrasados. La única forma de subir el cociente intelectual de esta clase es subiéndose encima de ella.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Soy un idiota. No puedo recordar nada.", "Es obvio que este colegio atrae a los retrasados. Sólo hay que ver al profesor.", "¡Vete a la porra!"

DOCENTE: (en plan profético) No podrán conservar nunca un empleo si siguen con esta actitud hacia el trabajo. Si no sacan mejores notas, no podrán ir a la universidad.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "No hay nada que hacer.", "No sirvo para nada." "¿Para qué voy a esforzarme?... Desisto."


Cómo propiciar la colaboración



ADULTO: "¿´Quién ha ensuciado el suelo?"

En vez de preguntar y  criticar se puede:

1. DESCRIBIR EL PROBLEMA.
"Hay muchas manchas de pintura en el suelo."

2. DAR INFORMACIÓN.
"La pintura se limpia con facilidad antes de secarse."

3. DAR OPCIONES PARA ESCOGER.
"Lo puedes limpiar con un paño mojado o con una esponja húmeda."

4. EXPRESARSE SUCINTAMENTE
"¡Pintura!"

5. EXPRESAR LOS PROPIOS SENTIMIENTOS.
"No me gusta ver el suelo manchado de pintura."

6. ESCRIBIR UNA NOTA.
Atención Artístas: Se ruega dejen el suelo en su estado original antes de abandonar el aula. Muchas gracias, la dirección.

7. USE LA IMAGINACIÓN Y EL HUMOR.
Usar otra voz, otro acento, a ritmo de rap...




Dos historias:

Soy director y, como tal, muchas veces acuden a mí para que me haga el "duro." Ayer, uno de los profesores me mandó un mensaje a mi despacho rogándome que saliera al patio para "hacer algo" con Antonio proque no le daba la gana regresar a clase. Me pregunté qué otra cosa podría hacer, a no ser que fuera a cargar con él y llevarlo hasta la clase. Cuando salí al patio vi a Antonio de cuclillas mientras un acalorado profesor permanecía de pie chillando: "Ya te avisé que llamaría al director."

Respiré profundamente y dije: "¡Hola Antonio! Me parece que te cuesta mucho abandonar el patio. No me extraña hace un día tan bonito de primavera." Antonio no decía nada y mantenía la mirada clavada en el suelo.

Luego añadí: "Seguramente te gustaría poder quedarte aquí el resto de la mañana...., mira, Antonio, es hora de volver a clase. ¿Qué te parece? ¿Entramos por esta puerta o por esa?"

Antonio señaló la dirección de la puerta que estaba más alejada y dijo: "Esa."

Le tendí la mano. Él la cogió y entramos juntos en el edificio. No sé quién se quedó más sorpendido de los dos.



Desde el primer día que trasladaron a Sara a mi clase supe que tendríamos problemas. Sara entró en la clase con su cara redondita y triste y sus kilos de más y, automáticamente, Margarita, la cabecilla de la clase, esbozó una sonrisa afectada y después dedicó una mueca a sus fieles seguidores. Todos se rieron disimuladamente mientras Sara se sonrojaba.

Fue solamente el principio. A finales de semana el profesor me informó de que Margarita no quería a Sara en su equipo porque estaba "demasiado gorda." Los supervisores del comedor me contaron que cuando Sara pasó con la bandeja, Margarita espetó: "¡Ahí llega el cubo de basura humana!"

Estaba indignada. Sabía perfectamente que Margarita no sólo era la instigadora sino que además estaba continuamente  incitando a sus compinches. Pensé en hablarle directamente pero no estaba segura de saberme reprimir para no decirle algo de lo cual me arrepentiría más tarde. Al final, decidí escribirle.

Escribí muchos borradores antes de conseguir el tono deseado. (En los primeros, no dejaba de recriminarle lo enfadada y disgustada que estaba por su crueldad.) Esta es la versión definitiva que al final le entregué:

Querida Margarita:
Necesito que me ayudes. Como ya te habrás dado cuenta, Sara ha sido "despreciada" y ridiculizada desde el primer día en que fue trasladada a nuestra clase. Venir al colegio cada día debe de resultar muy difícil.

Te estarás preguntando por qué he decidido escribirte a ti  precisamente. Lo hago porque me he dado cuenta de tus dotes de liderazgo y el respeto que infundes en tus amigos. Estoy segura de que si a tus amigos les dejaras bien claro que la valía de una persona no se mide por su peso, nadie osaría reírse y burlarse más de ella.

Comprendo que es pedirte mucho, pero estoy segura de que encontrarás la manera de conseguir que ir al colegio para Sara sea una experiencia agradable.

Atentamente, G.

Margarita no habló nunca de la carta. A medida que los días fueron pasando, las risitas y los comentarios despreciativos empezaron a apagarse hasta que no quedó ni rastro de ellos. Una de las alumnas le preguntó a Sara si quería ayudarle a crear un escenario para la clase de teatro y Margarita la escogió para el equipo de voleibol. Sara estaba ilusionadísima. Y yo también.


Tomado del libro: Cómo hablar para que sus hijos estudien en casa y en el colegio. Adela Faber y Elaine Mazlish. Ed. Medici.

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