Tuve un alumno al que le resultaba muy difícil mantener el orden en sus cuadernos y libros. Al cabo de un mes, las encuadernaciones estaban desgarradas y todas sus libretas tenían roturas y dobleces en sus ángulos, las llamábamos "orejas de burro". Por supuesto no faltaban manchas de tinta o tareas incompletas. Lo más difícil era que el alumno reaccionaba todavía de modo infantil y se mostraba muy sensible a cualquier reprimenda, por lo que, durante un tiempo no dije nada. Esto no fue bueno porque un día perdí el control. Arrojé su cuaderno sobre el pupitre y en voz alta protesté por esos dobleces que tanto me hacían enojar. Al día siguiente vino a mi mesa con total candidez, mostrándome exultante una pila de cuadernos. "Señora Franke, mis cuadernos ya no tienen orejas de burro", anunció. Las había cortado todas con unas tijeras.
Eres uno de nosotros, Marianne Franke

martes, 22 de febrero de 2011

Resolución conjunta de problemas.




Estos son seis pasos útiles para fomentar la creatividad y el sentido de la responsabilidad en los alumnos:

1.- ESCUCHE LOS PROBLEMAS Y LAS NECESIDADES DEL ALUMNO:

ADULTO: Pareces muy apenado por haber suspendido el examen de inglés.
NIÑO: Sí, lo estoy. De veinte palabras solamente acerté doce. ¡Y eso que ayer estudié la noche entera!

2.- SINTETICE EL PUNTO DE VISTA DEL ALUMNO:

ADULTO: Pareces bastante desanimado. Aunque te preparaste intansivamente, algunas palabras no se te quedaron grabadas.

3.- EXPRESE SUS SENTIMIENTOS Y NECESIDADES:
ADULTO: Me preocupa que te quedes rezagado si no aprendes de memoria el vocabulario básico.

4.- INVITE AL ALUMNO A PENSAR JUNTO CON USTED:
ADULTO: Quizás si los dos nos pusiéramos a pensar juntos, se nos ocurrirían algunas nuevas ideas para que estudiaras con más eficacia.

5.- ANOTE TODAS LAS IDEAS SIN EVALUARLAS, tanto las de él como las suyas:
NIÑO: Dejar el inglés.
ADULTO (escribe): Ya lo he anotado. ¿Qué más?
NIÑO: Quizás podría....

6.- DECIDAN QUÉ IDEAS LES GUSTAN, CUÁLES SON INVIABLES Y CÓMO PIENSAN LLEVARLAS A LA PRÁCTICA.

ADULTO: ¿Qué te parece si hacemos unas tarjetas cada una con una palabra nueva escrita en letras grandes y cada noche te aprendes cuatro?
NIÑO: Está bien. Pero en vez de usar estas tarjetas, prefiero grabar las palabras en mi móvil y luego repertirlas hasta que las haya memorizado.





Este ejemplo es el de una profesora de educación especial que impartía clases en una escuela de una zona urbana deprimida.

Muchos de mis alumnos son producto de los malos tratos. En la clase son como bombas de relojería a punto de explotar. Nunca puedo dar una clase seguida sin que estalle una pelea. Un alumno exclama: "¡Eres un idiota!" o "¡Tu madre!" o alguien le propina una patada a otro debajo de la mesa y adiós mi clase. Aunque al principio me mostraba algo reticente decidí seguir el método de la resolución conjunta para ver qué resultados conseguía. Pensé que si el primer paso del proceso es averiguar cómo se sienten los chicos al pelearse, entonces debería empezar por preguntarles qué pensaban que era lo bueno de peleare. Entre todos confeccionaron una lista:


¿QUÉ ES LO BUENO DE PELEARSE?
1.- Te desquitas. (Esta fue sin duda la respuesta más popular).
2.- Lo haces pasar mal a alguien.
3.- Consigues que te persigan.
4.- Es divertido soltar insultos.
5.- No se vuelven a meter contigo.
6.- Te apetece hacerlo.
7.- Los otros empiezan primero.
8.- Te distraes. La clase es aburrida. (Esta la propuse yo misma).
9.- Haces enfadar a alguien.
10.- Es divertido hacerse el matón.


Se pusieron bastante bravucones mientras hacían la lista. Luego les pregunté "¿Qué es lo malo de pelearse?". Reinó un mutismo total. Esta es la lista:


¿QUÉ ES LO MALO DE PELEARSE?
1.- Te sientes mal después de pelearte si se trata de tu amigo.
2.- Te puedes meter en líos con tus padres, la profesora o el director.
3.- La profesora de pone de mal humor. (Esta la propuse yo).
4.- Puedes hacer daño a alguien.
5.- Te pueden explusar tempralmente.
6.- No se aprende. (Nuevamente fui yo quien incluyó esta idea).
7.- Puede ser el inicio de una pelea más grave.
8.- Puede que te den una paliza, te muerdan o acabes con rasguños o un ojo morado.


 Acto seguido, nos pusimos a trabajar para encontrar soluciones. Pensé que solamente escribiría un par de sugerencias, pero lugo me vino a la mente la importancia de no rechazar ninguna de las ideas de mis alumnos.


POSIBLES SOLUCIONES


1.- Pedir permiso para salir de la clase y desahogarse.
2.- Pegar al compañero.
3.- Dejarlo solo.
4.- Golpear la arcilla para modelar.
5.- Romper un palo.
6.- Llamar a la madre del alumno.
7.- Dejar que se peleen en el patio sin espectadores.
8.- Decírselo a la profesora.
9.- Cambiar de asiento.
10.- Decirle que te deje en paz.
11.- Mandarlo al despacho del director.
12.- Obligarle a escribir cien veces....
13.- Obligarle a lamer el suelo.
14.- Que todos los alumnos le peguen una vez.
15.- Obsequiar con pegatinas a los que cumplan las normas.
16.- Escribirle una carta despiadada.
17.- Elogiarlo para que se abochorne.


Una vez anotamos las dieciocho sugerencias, me dispuse a comentar algunas. Por ejemplo, les dije que no podía consentir que solucionaran el problema con los puños porque no quería que se lastimaran. También les comenté que no me parecía muy higiénico tener que lamer el suelo. Todos dieron su ferviente opinión sobre el resto de la lista y mostraron sus preferencias por determinadas sugerencias. Después de un periodo de deliberación, decidimos que cada alumno escribiera en la libreta las soluciones que le parecían más sensatas.


Al final de la clase, escribimos en la pizarra las normas que aprobamos entre todo.


1.- No insultar.
2.- No maldecir.
3.- No chivarse a no ser que tamibén te estén molestando.
4.- No pegar ni tirar cosas.
5.- Utilizar las soluciones anotadas en la libreta.


A continuación comento algunas de las anécdotas de ese día:


. Luis, que explota por nimiedades, sale de la clase varias veces por semana. Permanece en pie en la puerta para no perderse nada. Al cabo de un rato vuelve a netrar y se sienta al fondo de la clase. Unos minutos más tarde, vuelve a integrarse al grupo.


. De vez en cuando, un alumno se levanta y dice: "¡Carlos, cámbiate de sitio conmigo!" y se cambian. (Carlos se toma bastante bien estos cambios de compañero).


. En dos ocasiones, un alumno aporreó la arcilla para modelar.


. Una vez, Daniel sugirió: "¡Dale arcilla para que la golpee!"


. Cuando un alumno insulta a otro, la clase entera grita: "¡La regla número uno!" o bien "¡La regla número dos!". También me piden: "¡Que lea la regla!" y entonces el infractor tiene que leerla.


. Una de las deciciones que tomaron fue que no iban a insultar ni a la papelra. (Una vez Daniel le espetó un "¡Tu madre!" a la papelera. Luis pensó que iba dirigido a él y se desencadenó un riña. Así que, la clase añadió una nueva regla a la lista: No maldecir "las cosas".


Me gustaría poder afirmar que me resultó muy natural llevar ala práctica todo este proceso. Pero estaría mintiendo. Requirió mucha meditación, mucho esfuerzo, y mucho más tiempo del que pretendía invertir. Para mí hubiera resultado mucho más fácil tildar a estos alumnos de "incorregibles" o "imposibles" y olvidarme de ellos. Y, en cambio, al tratarlos como personas capaces de solucionar problemas, acabaron haciendo precisamente esto, saber solucionarlos.





Algunas claves más para que este método funcione mejor son:

- No intente aplicar este método si tiene prisa o está agobiado.

- El primer paso -eschuchar al alumno- es el más importante.

- Exprese los sentimiento sucintamente.
- Conténgase las ganas de evaluar las sugerencias de sus alumnos.

- Asegúrese de tener un plan preestablecido para que se cumpla la decisión tomada.

- No se desanime si el plan fracas, a menudo no basta una única sesión para resolver el problema.

miércoles, 16 de febrero de 2011

La innovación educativa en los barrios pobres. Innovación radical y futuro.

Este vídeo puede servir para inspirar nuevos caminos. No olvides activar los subtítulos en español.



El peligro de imponer castigos. Alternativas que inducen a la autodisciplina.





El psicólogo Haim G. Ginoot afirma:

El castigo no inhibe la mala conducta. Con este método sólo se consigue que el transgresor sea más cauteloso a la hora de cometer el delito, más hábil en no dejar pistas y más experto a la hora de escapar. El niño castigado aprende a ser más cauteloso, no más honesto ni responsable.

El doctor Albert Bandura comenta:

El castigo puede controlar una mala conducta puntual pero, de por sí, no enseña al niño a adoptar un comportamiento ejemplar como tampoco reduce la necesidad del niño de portarse mal.





Cuando a un alumno se le castiga, por ejemplo, verbalmente - "Quiero que escribas `No debo copiar´ cien veces" - probablemente se estará repitiendo a sí mismo: "¡Soy un desastre! Merezco que me castiguen!"

Cuando se le castiga físicamente  -"A tí lo que te hace falta es un buen bofetón"- el niño aprende: "Tú puedes pegarme a mí, pero yo en cambio no lo puedo hacer.... hasta que tenga el poder en mis manos."


¿Cómo podemos llegar hasta lo más íntimo de los pensamientos de un alumno para transformar la "necesidad de portarse mal" en un deseo de seguir una conducta ejemplar? ¿Podrían evitarse los efectos psicológicos del castigo y alentar a los niños y adolescentes a encontrar un equilibrio personal y a ser autodisciplinados?





ALTERNATIVAS AL CASTIGO

NIÑO: ¡Oh! ¡@#! ¡%&$! ¡No sé hacer las matemáticas!
ADULTO: Te ha avisado un montón de veces que no digas palabrotas. Te mereces un castigo.

En vez de amenazar con un castigo:

1.- SEÑALE LA MANERA DE SER ÚTIL:
"Ya veo que estás frustrado. Estaría bien que pudieras expresar tu frustración sin necesidad de usar palabrotas."


2.- EXPRESE UNA CENSURA ROTUNDA (SIN ATACAR EL CARÁCTER DEL NIÑO)
"Este tipo de lenguaje me molesta."


3.- MANIFIESTE SUS EXPECTATIVAS.
"Me gustaría que encontraras otro modo de demostrarme que estás enojado."


4.- ENSEÑE AL ALUMNO CÓMO RECTIFICAR.
"Me gustaría que escribieras una lista de palabras fuertes que pudieras decir en vez de las que acabas de soltar. Coge un diccionario si necesitas ayuda."


5.- DE OPCIONES.
"Puedes soltar palabrotas para tus adentros -mentalmente- o usar palabras que no ofendan a nadie."


6.- DEJE QUE EL ALUMNO SE ATENGA A LAS CONSECUENCIAS.
"Oyéndote estas palabrotas, se me quitan las ganas de ayudarte con la matemáticas o lo que sea."







Historia de un profesor de bachillerato.

Entré en la clase y cogí a Jose por sorpresa pintando un complicado dibujo en la tapa interior de su libro de matemáticas. Esto sucedió justo el día después de que les advirtiera que no debían pintarrajear en los libros que eran propiedad de la escuela.

Por norma general, hubiera arrancado a Jose de us asiento y le hubiera gritado: "¡Esto es el colmo! ¡Al despacho del director!" No obstante, esta vez me acerqué a su pupitre y permanecí de pie allí. Le dije: "Voya a repetirte lo que dije ayer: me pone de mal humor ver a la gente haciendo garabatos en el libro. Estos libros de texto van a tener que usarse los próximos cinco años y espero que mis alumnos los traten con cuidado."
"Lo siento -murmuró Jose-. Ya no me acordaba."
"Ya veo", le contesté y luego regresé a mi mesa. Unos instantes más tarde me dirigí de nuevo al pupitre de Jose quien, con gran diligencia, estaba intentado borrar el dibujo con una minúscula goma gastada. Le ofrecí la mía y le dije: "Aquí tienes. Espero que con la mía te resulte más fácil y , además, puedes usar este pequeño bloc de notas cada vez que sientas la necesidad de garabatear". Jose me miró con sorpresa y me dio las gracia.
Le contesté: "De nada", y me puse a dar mi clase.
De esto hace un mes y desde entonces Jose no ha vuelto a pintar  en el libro. Guarda el pequeño bloc de notras en el bolsillo de la camisa y de vez en cuando me enseña los dibujos que ha hecho. Estoy contento de no haberlo enviado al despacho del director. Quizás hubiera dejado de garabatear en los libros, pero seguro que no tendríamos la relación tan especial que disfrutamos hoy en día. Y quíen sabe, a lo mejor he estimulado a un Picasso en ciernes.

Tomado del libro: Cómo hablar para que sus hijos estudio en en casa y en el colegio de Adele Faber y Elaine Mazlish. Ed. Medici.

jueves, 3 de febrero de 2011

A veces sueno como un sargento.



A veces sueno como un sargento dictando órdenes:

"Saca la punta al lápiz."
"Levanta la mano."
"Pon el nombre en el examen."
"No te muevas del asiento."
"Saca los libros."
"Mantén la vista sobre el papel."
"Hagan la fila."
"Baja la voz."
"¡Ten cuidado con el ordenador!"

No sólo les digo a los alumnos lo que tienen que hacer, también lo que no tienen que hacer:

"No corran por los pasillos."
"No empujes."
"No seas grosero."
"¡No se peguen!"
"No olviden hacer la tarea."
"No escribas encima de los pupitres."
"No hables."
"¡No copies!"

En vez de impartir clase tranquilamente, paso la mayor parte del tiempo intentando controlar a mis desmadrados alumnos. Y, no obstante, parecía que cuantas más órdenes les daba, más se resistían a cumplirlas. Las valiosas horas de clase se echaban a perder combatiendo actitudes desafiantes y luchando por el poder.


Lo que no ayuda






Algunas formas de solictar colaboración, producen un efecto extraño a nuestro deseo:

DOCENTE: (culpando y acusando) ¿Te olvidaste el lápiz otra vez? ¿Con qué pensabas escribir, con el dedo? Ahora tendremos que interrumplir la clase, hacer perder el tiempo a todo el mundo y buscarte un lápiz.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Me han humillado.", "Nunca hago nada bien.", "El profesor no es amable."

DOCENTE: (insultando) Tienes que ser bastante idiota para entregar un trabajo sin preocuparte de poner el nombre.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "¡Te odio!", "Todo lo que hago te parece mal.", "Supongo que soy un idiota."

DOCENTE: (amenazando) Si vuelvo a encontrar otra bolita de papel escupida, te sacaré de la clase tan rápido que ni te enterarás. Y si no abandonas este comportamiento, te voy a expulsar del colegio.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "No me lo creo.", "¡A mí qué me importa!", "¡Qué miedo!"

DOCENTE: (dándo órdenes) Cállense. Guarden las libretas. Pónganse en fila ahora mismo. ¡Rápido!
REACIONES DE LOS ALUMNOS: "No soy tu esclava.", "Tranquilo, despacio!", "Me quiero escapar de esta prisión."

DOCENTE: (echando sermones y discursos) No está bien que hayas roto el lápiz de Juan. ¿Te gusta´ria que alguien te rompiera tu lápiz? Si alguien te presta algo, tienes que cuidarlo bien, del mismo modo que tú esperas que los demás cuiden bien tus cosas. ¿No crees que deberías pedirle a Juan disculpas? Yo creo que sí.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Soy una mala persona.", "Bla, bla, bla...", "Ya hace rato que no te escucho."

DOCENTE: (advirtiendo) ¡Cuidado con estas probetas! Las vas a romper y te cortarás.... ¡Cuidado con este mechero de Bunsen! ¿Quieres tener un accidente?
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Tengo miedo.", "Mejor que no toque nada.", "Te equivocas. No va a pasar nada."

DOCENTE: (haciéndose la víctima) Cada día me voy a casa con dolor de cabeza, ustedes tienen la culpa. ¿Ven estas canas? Tengo una cana por cada uno de ustedes.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Ya te regalaré un tinte.", "¡Ojalá estuviera en otra parte1 No tendría que oir este rollo.", "Es culpa mía."

DOCENTE: (comparando) ¿Por qué has entregado tu trabajo fuera de plazo? Tu hermana Elisa fue mi alumna el año pasado y era siempre puntual.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Nunca seré tan brillante como Elisa.", "¡Odio a mi hermana!", "¡Odio a mi profesor!"

DOCENTE: (con sarcasmo) ¿Nadie sabe en qué año Colón descubrió América? Estupendo. Este colegio debe atraer a todos los retrasados. La única forma de subir el cociente intelectual de esta clase es subiéndose encima de ella.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "Soy un idiota. No puedo recordar nada.", "Es obvio que este colegio atrae a los retrasados. Sólo hay que ver al profesor.", "¡Vete a la porra!"

DOCENTE: (en plan profético) No podrán conservar nunca un empleo si siguen con esta actitud hacia el trabajo. Si no sacan mejores notas, no podrán ir a la universidad.
REACCIONES DE LOS ALUMNOS: "No hay nada que hacer.", "No sirvo para nada." "¿Para qué voy a esforzarme?... Desisto."


Cómo propiciar la colaboración



ADULTO: "¿´Quién ha ensuciado el suelo?"

En vez de preguntar y  criticar se puede:

1. DESCRIBIR EL PROBLEMA.
"Hay muchas manchas de pintura en el suelo."

2. DAR INFORMACIÓN.
"La pintura se limpia con facilidad antes de secarse."

3. DAR OPCIONES PARA ESCOGER.
"Lo puedes limpiar con un paño mojado o con una esponja húmeda."

4. EXPRESARSE SUCINTAMENTE
"¡Pintura!"

5. EXPRESAR LOS PROPIOS SENTIMIENTOS.
"No me gusta ver el suelo manchado de pintura."

6. ESCRIBIR UNA NOTA.
Atención Artístas: Se ruega dejen el suelo en su estado original antes de abandonar el aula. Muchas gracias, la dirección.

7. USE LA IMAGINACIÓN Y EL HUMOR.
Usar otra voz, otro acento, a ritmo de rap...




Dos historias:

Soy director y, como tal, muchas veces acuden a mí para que me haga el "duro." Ayer, uno de los profesores me mandó un mensaje a mi despacho rogándome que saliera al patio para "hacer algo" con Antonio proque no le daba la gana regresar a clase. Me pregunté qué otra cosa podría hacer, a no ser que fuera a cargar con él y llevarlo hasta la clase. Cuando salí al patio vi a Antonio de cuclillas mientras un acalorado profesor permanecía de pie chillando: "Ya te avisé que llamaría al director."

Respiré profundamente y dije: "¡Hola Antonio! Me parece que te cuesta mucho abandonar el patio. No me extraña hace un día tan bonito de primavera." Antonio no decía nada y mantenía la mirada clavada en el suelo.

Luego añadí: "Seguramente te gustaría poder quedarte aquí el resto de la mañana...., mira, Antonio, es hora de volver a clase. ¿Qué te parece? ¿Entramos por esta puerta o por esa?"

Antonio señaló la dirección de la puerta que estaba más alejada y dijo: "Esa."

Le tendí la mano. Él la cogió y entramos juntos en el edificio. No sé quién se quedó más sorpendido de los dos.



Desde el primer día que trasladaron a Sara a mi clase supe que tendríamos problemas. Sara entró en la clase con su cara redondita y triste y sus kilos de más y, automáticamente, Margarita, la cabecilla de la clase, esbozó una sonrisa afectada y después dedicó una mueca a sus fieles seguidores. Todos se rieron disimuladamente mientras Sara se sonrojaba.

Fue solamente el principio. A finales de semana el profesor me informó de que Margarita no quería a Sara en su equipo porque estaba "demasiado gorda." Los supervisores del comedor me contaron que cuando Sara pasó con la bandeja, Margarita espetó: "¡Ahí llega el cubo de basura humana!"

Estaba indignada. Sabía perfectamente que Margarita no sólo era la instigadora sino que además estaba continuamente  incitando a sus compinches. Pensé en hablarle directamente pero no estaba segura de saberme reprimir para no decirle algo de lo cual me arrepentiría más tarde. Al final, decidí escribirle.

Escribí muchos borradores antes de conseguir el tono deseado. (En los primeros, no dejaba de recriminarle lo enfadada y disgustada que estaba por su crueldad.) Esta es la versión definitiva que al final le entregué:

Querida Margarita:
Necesito que me ayudes. Como ya te habrás dado cuenta, Sara ha sido "despreciada" y ridiculizada desde el primer día en que fue trasladada a nuestra clase. Venir al colegio cada día debe de resultar muy difícil.

Te estarás preguntando por qué he decidido escribirte a ti  precisamente. Lo hago porque me he dado cuenta de tus dotes de liderazgo y el respeto que infundes en tus amigos. Estoy segura de que si a tus amigos les dejaras bien claro que la valía de una persona no se mide por su peso, nadie osaría reírse y burlarse más de ella.

Comprendo que es pedirte mucho, pero estoy segura de que encontrarás la manera de conseguir que ir al colegio para Sara sea una experiencia agradable.

Atentamente, G.

Margarita no habló nunca de la carta. A medida que los días fueron pasando, las risitas y los comentarios despreciativos empezaron a apagarse hasta que no quedó ni rastro de ellos. Una de las alumnas le preguntó a Sara si quería ayudarle a crear un escenario para la clase de teatro y Margarita la escogió para el equipo de voleibol. Sara estaba ilusionadísima. Y yo también.


Tomado del libro: Cómo hablar para que sus hijos estudien en casa y en el colegio. Adela Faber y Elaine Mazlish. Ed. Medici.

domingo, 30 de enero de 2011

No me enseñes a nadar cuando me estoy ahogando.






Imagínate que eres un adolescente y que juegas con el equipo del centro al fútbol. Cuando acudes a tu primer entrenamiento , la mar de entusiasmado, el entrenador te llama y te dice que vas a estar de reserva en el banquillo. Un poco más tarde te encuentras con tu tutora por los pasillos y le cuentas lo que acaba de pasar. ¿Cuántas formas de reaccionar diferentes podría mostrar la tutora? ¿Qué sentirías o pensarías tú, una alumno adolescente al oír sus respuestas a tu comentario?


NEGACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS:
"Te estás agobiando por una nimiedad. El mundo no se va a acabar porque tú estés en el banquillo. ¡Olvídalo ya"

LA RESPUESTA FILOSÓFICA:
"La vida no es siempre justa. Tienes que aprender a encajar los duros golpes que la vida te da."

UN CONSEJO:
"No dejes que esto te desmoralice. Intenta jugar en otro equipo."

HACER PREGUNTAS:
"¿Por qué crees que te han puesto de suplente? ¿Son los otros jugadores mejores que tú? ¿Qué piensas hacer ahora?"

DEFENSA DE LA OTRA PERSONA:
"Intenta comprender el punto de vista del entrenador. Él quiere que el equipo gane. Para él, sin duda, debe ser muy duro tener que decidir quién juega y quién se queda en el banquillo."

MOSTRAR COMPASIÓN:
"¡Oh, pobrecito! Lo siento muchísimo. Te has esforzado tanto para poder jugar y, en cambio, no te ha servido de nada. Ahora, los demás alumnos se van a enterar. Me imagino que te estarás muriendo de vergüenza."

PSICOANÁLISIS DE AFICIONADO:
"¿No se te ha pasado nunca por la cabeza que la razón por la que no eres titular es porque nunca tuviste fe en el juego?  Creo que inconscientemente tampoco querías jugar. Así que lo hiciste mal adrede."

Es muy probable que un adolescente haya sentido cosas parecidas a las siguientes ante las diferentes reacciones de su tutora:

"No me digas cómo debo sentirme."
"No me digas lo que tengo que hacer."
"Nunca me comprenderás."
"¡Ya sabes lo que puedes hacer con tus preguntitas!"
"Te estás poniendo de parte de todo el munod menos de la mía."
"Soy un perdedor."
"Es la úlitma vez que te cuento algo."





Los alumnos necesitan que se les reconozcan sus sentimientos y emociones tanto en casa como en el centro escolar.

ALUMNO: ¡Por unas pocas faltas insignificantes, me han puesto sólo un siete!
ADULTO: ¡No te preocupes! La próxima vez lo harás mejor.

En vez de rechar los sentimientos del alumno:


1.- IDENDIFQUE LOS SENTIMIENTOS:

"Pareces muy desilusionado. Es para volverse loco cuando sabes la respuesta y pierdes puntos por descuidos insignificantes.


2.- RECONOZCA LOS SENTIMIENTOS CON UNA PALABRA O INTERJECCIÓN.

"¡Oh!", "¡Vaya!", "Ya veo."


3.- CONDEDA AL ALUMNOS SUS DESEOS EN LA FANTASÍA, IMAGINE CON ÉL EL PROBLEMA SOLUCIONADO.

"¿No sería maravilloso tener un lápiz mágico que se detuviera cada vez que fueras a cometer una falta?


4.- ACEPTE LOS SENTIMIENTOS SIN DEJAR DE CENSURAR EL MAL COMPORTAMIENTO:

"Éstás todavía tan enojado por la mala nota que no dejas de propinar patadas al escritorio. Eso no te lo consiento, pero puedes contarme más del porqué de tu enfado."






La siguiente historia cuenta cómo una madre ayudó a su hija a superar la reticencia que mostraba por tener que matricularse en la universidad:

Casi todos los compañeros de Karen sabían en qué universidad matricularse, pero ella todavía no. Karen es propensa a dejarlo todo para el úlitmo momento, pero esta vez iba demasiado lejos. Intenté no resultar pesada y tan sólo recordárselo cuando la ocasión me pareciera oportuna, pero no logré nada. Entonces su padre decidió sentarse a charlar con ella para que empezar a pensar en serio en el futuro. Lo hizo con infinita paciencia. Le ayudó a repasar cúales eran las características de las distintas universidades y las posibilidades que ofrecían. Incluso hicieron una lista. Karen prometió que tomaría una decisión firme ese mismo fin de semana, pero no lo hizo."
Los días iban pasando y empecé a comportarme como una histérica, chillándole a mi hija. Le advertí que como no tomara pronto una decisión , el plazo de matriculación se iba a cerrar y se quedaría sin estudiar. Aún así, ni caso.
Entonces, en un momento de inspiración -producto de mi desespero- le dije a mi hija: "Chica, debe resultar dificilísimo tener que decidirse por una universidad. Si lo piensas bien, estás poniendo en juego todo tu futuro. Supongo que se trata de una de estas decisiones que todo el mundo prefiere dejar para otro día."
Mi hija exclamó bien alto: "Exactamente."
Y añadí: "¿No sería maravilloso que te levantaras una mañana sabiendo en qué universidad te quieres matricular, en qué facultad quieres estudiar, qué especialidad seguir.... sabiendo además que se trata de una decisión cerrada de la cual no te vas a arrepentir y que te va a asegurar un buen futuro?"
Karen me dedicó un de sus mejores sonrisas y subió arriba a acostars. Al día siguiente empezó a pensar muy en serio qué es lo que más le convenía y cuando llegó el fin de semana, ya había tomado una decisión.



Este entrada está elaborada con fragmentos del libro: Cómo hablar para que sus hijos estudien en casa y en el colegio. Adele Faber y Elaine Mazlish. Ed. Medici.

martes, 30 de noviembre de 2010

Lo que ya no me sirve: soluciones intentadas ineficaces.





Los problemas se originan y permanecen por el modo en que las personas perciben y abordan las dificultades normales de la vida. Solemos persistir en acciones que inadvertidamente mantienen los problemas. Estas soluciones intentadas que ponemos en marcha para solucionar nuestros problemas, sin lograrlo, son soluciones ineficaces intentadas. Las soluciones ineficaces intentadas no sólo no generan ningún cambio sin que, incluso, pueden llegar a incrementarlo y, sobre todo,  a mantenerlo. El problema se agrava cuando se aplican de modo repetitivo y creciente soluciones del tipo "más de lo mismo".

Uno de nuestros principales autoengaños es la tendencia a utilizar como estrategias de relación frente a la realidad aquellas que, en el curso de nuestra vida fueron las más útiles; es decir, nos permitieron manejar de forma eficaz nuestra cotidianidad. Estas «soluciones intentadas», en virtud de su continua repetición y de su inicial eficacia, se han convertido gradualmente en nuestro modelo prevalente de percepción-reacción, de afrontamiento de la realidad, estructurándose como verdaderas conductas recurrentes; y, justo porque fueron eficaces en cierto momento y contexto, esta modalidad tenderá a ser aplicada y repetida también cuando, quizá, su aplicación no resulte ya adecuada. De hecho, una buena estrategia, si es aplicada sobre un mismo problema en un tiempo distinto, puede resultar una pésima estrategia; del mismo modo, un comportamiento adecuado en una determinada circunstancia puede ser completamente inadecuado en otra, aunque sea similar a la precedente.

"...el problema real, lo que hay que cambiar es la solución ineficazmente intentada..."



Las intervenciones sistémicas intentan contribuir a romper el circuito que se crea entre las "soluciones intentadas" y la persistencia de los problemas.

 "... si lo que haces no funciona no creas que eres incapaz, simplemente prueba a hacer algo diferente y observa lo que ocurre..."

Según este punto de vista, al maestro, trabajador social, terapeuta le interesa cualquier solución infructuosa que se esté aplicando ante una queja, con independencia de quién sea el que aporta la solución: el niño, el adolescente, el adulto o algún familiar o allegado.

Efectivamente, un adolescente ansioso puede hacer denodados esfuerzos por tranquilizarse, pero también es posible que su madre insista en que se relaje, que el resto de la familia le evite para tratar de no irritarle, que un amigo le diga que deje de pensar en lo que le preocupa, que sus abuelos le propongan tomar una infusión que le ayude a calmar los nervios, que su padre le llame por teléfono a diario desde el trabajo para saber si ya está bien, etcétera. Todos los intentos de solución, si resultan fallidos, se registran como soluciones intentadas, soluciones ineficaces intentadas.





¿Cómo se hace?

Para definir las "soluciones intentadas" el profesional plantea la pregunta "¿Qué haces cuando te sucede... (su queja)? No se trata de especificar la queja, de saber qué le pasa, sino de conocer cómo reaccionan él o sus famliares y otras personas presentes en su vida ante ella. El resultado de esta exploración es una cadena de acontecimientos consecutivos en el tiempo-secuencia, patrón o proceso.

Preguntas que nos ayudan a explorar las "soluciones intentadas."

¿Qué haces cuando te sucede...?

¿Y, a continuación, cómo reaccionas?
¿Qué más haces para intentar resolver...?
¿Qué otras cosas haces para conseguir lo que te propones?


¿Cuál es el resultado de lo que haces? ¿Tu acción consigue su propósito?

¿De qué manera te ayudan tus familiares o las personas que te rodean?
(Si es necesario se pueden explorar las soluciones ofrecidas por cada uno de ellos?
¿De qué manera lo que te propone..... supone una ayuda para tí?

Estas preguntas tan sólo tratan de permitir que el niño, adolescente o adulto pueda, por sí mismo, correlacionar las soluciones intentadas con los resultados conseguidos de modo que logre así valorar si son eficaces o no. La posibildiad de que las personas establezcan esta conexión abre un enorme potencial para el cambio, o, al menos, para que puedan empezar a permitirse imaginar nuevas soluciones, no intentadas hasta ahora, que, tal vez, traerían resultados diferentes. El maestro, el trabajador social, el terapeuta tan sólo acompañan respetuosamente a la persona para que sea ella misma la que perciba el modo en el que las soluciones intentadas mantienen el problema.

Tras este proceso se esconde la invitación para que la persona abandone su solución intentada ineficaz y se proponga al mismo tiempo otra solución que pueda ser más eficaz para resolver el problema.


 


martes, 23 de noviembre de 2010

¿Cuándo estamos más cerca del cambio y la solución?




-          Fíjate en lo positivo.
-          Las soluciones las tiene la persona.
-          Ante todo: escucha.
-          Cree en las potencialidades de la gente.
-          Oriéntate hacia el futuro.
-          Todos tenemos recursos, todos podemos cambiar.
-          No tengas prisa.
-          Si algo no funciona, cámbialo.
-          Si algo funciona, sigue haciéndolo.
-          Crea posibilidades.
-          Las personas no te ocultan nada y si lo hacen, tienen todo el derecho a hacerlo.
-          Crea una relación positiva con la persona.
-          Se auténtico.
-          El cambio no solo es posible, sino inevitable
-          No interpretes, escucha.
-          No tengas hipótesis, ni quieras confirmarlas con tus preguntas, limítate a descubrir las hipótesis de las personas.
-          Mímate y cuídate, busca los aspectos positivos que hay en ti y poténcialos.
-          La gente tiene todo el derecho a elegir, no elijas tú por ellos.
-          Considera a las personas expertas, si son capaces de expresar y ampliar esto, estás ampliando sus recursos y su posibilidad de cambio.
-          Mantén una relación de experto a experto.
-          No busques conseguir tus propios objetivos, busca los de la persona (no sabemos cuando llegamos si no sabemos a dónde vamos) (nunca el viento es favorable si no se sabe a dónde se va).
-          No diagnostiques, y si lo haces no pierdas de vista que las personas no son los problemas.
-          Habla de soluciones y de futuro.
-          Intenta que la gente se entusiasme y se emocione hablando de su futuro, eso crea esperanza, la variable más relacionada con el cambio.
-          Si las personas no cambian, no busques resistencias, piensa cómo puedes ajustarte mejor para que colaboren contigo.
-          No compliques las cosas, son más sencillas de lo que piensas
-          No busques lo que no hay, puedes terminar encontrándolo.
-          Escucha a las personas, son maravillosas, ponen todo lo que pueden para mejorar y te enseñan un montón.
-          Somos conversadores: conversamos para el cambio.