Tuve un alumno al que le resultaba muy difícil mantener el orden en sus cuadernos y libros. Al cabo de un mes, las encuadernaciones estaban desgarradas y todas sus libretas tenían roturas y dobleces en sus ángulos, las llamábamos "orejas de burro". Por supuesto no faltaban manchas de tinta o tareas incompletas. Lo más difícil era que el alumno reaccionaba todavía de modo infantil y se mostraba muy sensible a cualquier reprimenda, por lo que, durante un tiempo no dije nada. Esto no fue bueno porque un día perdí el control. Arrojé su cuaderno sobre el pupitre y en voz alta protesté por esos dobleces que tanto me hacían enojar. Al día siguiente vino a mi mesa con total candidez, mostrándome exultante una pila de cuadernos. "Señora Franke, mis cuadernos ya no tienen orejas de burro", anunció. Las había cortado todas con unas tijeras.
Eres uno de nosotros, Marianne Franke

martes, 30 de noviembre de 2010

Lo que ya no me sirve: soluciones intentadas ineficaces.





Los problemas se originan y permanecen por el modo en que las personas perciben y abordan las dificultades normales de la vida. Solemos persistir en acciones que inadvertidamente mantienen los problemas. Estas soluciones intentadas que ponemos en marcha para solucionar nuestros problemas, sin lograrlo, son soluciones ineficaces intentadas. Las soluciones ineficaces intentadas no sólo no generan ningún cambio sin que, incluso, pueden llegar a incrementarlo y, sobre todo,  a mantenerlo. El problema se agrava cuando se aplican de modo repetitivo y creciente soluciones del tipo "más de lo mismo".

Uno de nuestros principales autoengaños es la tendencia a utilizar como estrategias de relación frente a la realidad aquellas que, en el curso de nuestra vida fueron las más útiles; es decir, nos permitieron manejar de forma eficaz nuestra cotidianidad. Estas «soluciones intentadas», en virtud de su continua repetición y de su inicial eficacia, se han convertido gradualmente en nuestro modelo prevalente de percepción-reacción, de afrontamiento de la realidad, estructurándose como verdaderas conductas recurrentes; y, justo porque fueron eficaces en cierto momento y contexto, esta modalidad tenderá a ser aplicada y repetida también cuando, quizá, su aplicación no resulte ya adecuada. De hecho, una buena estrategia, si es aplicada sobre un mismo problema en un tiempo distinto, puede resultar una pésima estrategia; del mismo modo, un comportamiento adecuado en una determinada circunstancia puede ser completamente inadecuado en otra, aunque sea similar a la precedente.

"...el problema real, lo que hay que cambiar es la solución ineficazmente intentada..."



Las intervenciones sistémicas intentan contribuir a romper el circuito que se crea entre las "soluciones intentadas" y la persistencia de los problemas.

 "... si lo que haces no funciona no creas que eres incapaz, simplemente prueba a hacer algo diferente y observa lo que ocurre..."

Según este punto de vista, al maestro, trabajador social, terapeuta le interesa cualquier solución infructuosa que se esté aplicando ante una queja, con independencia de quién sea el que aporta la solución: el niño, el adolescente, el adulto o algún familiar o allegado.

Efectivamente, un adolescente ansioso puede hacer denodados esfuerzos por tranquilizarse, pero también es posible que su madre insista en que se relaje, que el resto de la familia le evite para tratar de no irritarle, que un amigo le diga que deje de pensar en lo que le preocupa, que sus abuelos le propongan tomar una infusión que le ayude a calmar los nervios, que su padre le llame por teléfono a diario desde el trabajo para saber si ya está bien, etcétera. Todos los intentos de solución, si resultan fallidos, se registran como soluciones intentadas, soluciones ineficaces intentadas.





¿Cómo se hace?

Para definir las "soluciones intentadas" el profesional plantea la pregunta "¿Qué haces cuando te sucede... (su queja)? No se trata de especificar la queja, de saber qué le pasa, sino de conocer cómo reaccionan él o sus famliares y otras personas presentes en su vida ante ella. El resultado de esta exploración es una cadena de acontecimientos consecutivos en el tiempo-secuencia, patrón o proceso.

Preguntas que nos ayudan a explorar las "soluciones intentadas."

¿Qué haces cuando te sucede...?

¿Y, a continuación, cómo reaccionas?
¿Qué más haces para intentar resolver...?
¿Qué otras cosas haces para conseguir lo que te propones?


¿Cuál es el resultado de lo que haces? ¿Tu acción consigue su propósito?

¿De qué manera te ayudan tus familiares o las personas que te rodean?
(Si es necesario se pueden explorar las soluciones ofrecidas por cada uno de ellos?
¿De qué manera lo que te propone..... supone una ayuda para tí?

Estas preguntas tan sólo tratan de permitir que el niño, adolescente o adulto pueda, por sí mismo, correlacionar las soluciones intentadas con los resultados conseguidos de modo que logre así valorar si son eficaces o no. La posibildiad de que las personas establezcan esta conexión abre un enorme potencial para el cambio, o, al menos, para que puedan empezar a permitirse imaginar nuevas soluciones, no intentadas hasta ahora, que, tal vez, traerían resultados diferentes. El maestro, el trabajador social, el terapeuta tan sólo acompañan respetuosamente a la persona para que sea ella misma la que perciba el modo en el que las soluciones intentadas mantienen el problema.

Tras este proceso se esconde la invitación para que la persona abandone su solución intentada ineficaz y se proponga al mismo tiempo otra solución que pueda ser más eficaz para resolver el problema.


 


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