Tuve un alumno al que le resultaba muy difícil mantener el orden en sus cuadernos y libros. Al cabo de un mes, las encuadernaciones estaban desgarradas y todas sus libretas tenían roturas y dobleces en sus ángulos, las llamábamos "orejas de burro". Por supuesto no faltaban manchas de tinta o tareas incompletas. Lo más difícil era que el alumno reaccionaba todavía de modo infantil y se mostraba muy sensible a cualquier reprimenda, por lo que, durante un tiempo no dije nada. Esto no fue bueno porque un día perdí el control. Arrojé su cuaderno sobre el pupitre y en voz alta protesté por esos dobleces que tanto me hacían enojar. Al día siguiente vino a mi mesa con total candidez, mostrándome exultante una pila de cuadernos. "Señora Franke, mis cuadernos ya no tienen orejas de burro", anunció. Las había cortado todas con unas tijeras.
Eres uno de nosotros, Marianne Franke

viernes, 12 de noviembre de 2010

La cinta de medir y el uso de escalas.





Otra de las herramientas más características del enfoque sistémico centrado en soluciones es el uso de escalas. Se trata de una escala subjetiva con la que el niño, el adolescente, el adulto, las familias pueden evaluar, entre otras cosas: la intensidad del problema, su grado de esperanza en que las cosas cambien, cuánta confianza siente en que cambiarán, el progreso que ha hecho, en qué punto sentirá satisfecho y muchas más. El maestro, el terapeuta, el trabajador social generalmente dibuja una línea horizontal en un papel y pone un número 1 en un extremo y un 10 en el otro. El 1 puede representar el problema en su grado máximo y el 10 la ausencia del problema. Se le puede pedir al cliente que indique en qué punto está el problema en la actualidad, dónde ha llegado a estar en su peor momento, en qué número tendría que estar para que él sintiera que las cosas van mejor o a qué nivel quisiera llegar para darse cuenta de que el problema ha quedado resuelto. El uso de escalas es sumamente útil. Establece una «línea base» y puede ser un punto de referencia constante en los encuentros con niños, adolescentes y adultos. Por ejemplo, pensemos en un maestro que se siente especialmente incómodo con un alumno. En un primer encuentro establece que en una escala de 1 (lo peor) a 10 (lo mejor) su  incomodidad está en el 3. Se le puede preguntar qué tendría que pasar para que su nivel de incomodidad estuviera en 4 (así comenzará a posibilitar la creación de un cambio pequeño). Nuevamente, la respuesta que dé puede contener ideas interesantes de por dónde puede ir la solución. En un segundo encuentro se le podría preguntar acerca de cómo evaluaría su incomodidad actual y, tal vez, dice 4. Esto seguramente despertará nuestra curiosidad sobre qué sucedió para pasar de 3 a 4, ¿hizo algo diferente?, ¿cambiaron las circunstancias?, ¿qué tendría que suceder para mantenerse en 4?, etc. Las escalas se pueden utilizar en muchas situaciones diferentes y se pueden adaptar para usarse con niños. Con ellos la imaginación y la creatividad ocupan un lugar fundamental. La escala se puede convertir fácilmente en un circuito de carreras de fórmula 1, en el viaje de ascenso de un globo aerostático o en el camino que nos lleva al tesoro.




La posición de que nos da un niño, adolescente o un adulto en la escala en relación a su problema nos va a regalar dos zonas diferentes de trabajo, ambas zonas son sutiles campos con gran potencialidad para el cambio.


1__________________*4_______5___________________10

               Exploración y ampliación de excepciones      Exploración de la pregunta milagro.

Cuando una persona se sitúa en el 4 de una escala podemos explorar largamente las excepciones que tuvieron que darse para que en lugar del 1 esté en un 4 y, a la vez, podemos invitarla a imaginar cómo sería si estuviera en un 5 o un 6 entrando en los procesos propios de la preguntas milagro. El trabajo en ambas direcciones favorece el cambio y el logro de soluciones. El uso de escalas en realidad es una estrategia muy flexible y casi comodín para impulsar un diálogo cuando otras estrategias han fallado o el proceso no se da con facilidad. El trabajo con escalas es en realidad la excusa perfecta para trabajar con muchas preguntas.

Materializar visualmente la escala es una forma de externalizar, a través de la escala el problema sale de la persona y se refleja de un modo muy concreto sobre  una línea, de este modo la persona siente que su realidad e imágenes internas tienen ahora una concreción más precisa que además está fuera de sí. Este proceso trae clarificación y desidentificación. Recordemos que en el modelo sistémico la persona no es el problema. La persona, además, ahora puede comenzar a hablar del problema sintiendo que en realidad no lo trata directamente, ya que, más bien, está hablando de la escala y de su posición en ella.





Las escalas nos permiten salir de un estilo de pensamiento dual en relación a los problemas. Muy pocas veces la realidad es todo o nada. Las situaciones difíciles tienen que ver con procesos en constante cambio que se sitúan en algún punto intermedio.

Quizá una de las líneas de futura para la innovación en educación resida en saber dar una respuesta muy personalizada a cada alumno. El desarrollo real y efectivo de un auténtico tratamiento de la diversidad pra todos en las aulas es un gran reto. Como maestros debemos ser capaces de confeccionar un traje a medida para cada niño y adolescente atendiendo a sus necesidades, dones y talentos, quejas y demandas, a sus propios objetivos y deseos de cambio. El uso de escalas es una perfecta cinta de medir, un artilugio preciso con el que podemos tomarle las medidas al alumno para coserle un traje cómo y ajustado a su realidad.

A través de estos enlaces podrás visionar dos charlas de Sir Ken Robinson útiles para comprender esta necesidad de acercarnos a lo singular de las personas.





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