Tuve un alumno al que le resultaba muy difícil mantener el orden en sus cuadernos y libros. Al cabo de un mes, las encuadernaciones estaban desgarradas y todas sus libretas tenían roturas y dobleces en sus ángulos, las llamábamos "orejas de burro". Por supuesto no faltaban manchas de tinta o tareas incompletas. Lo más difícil era que el alumno reaccionaba todavía de modo infantil y se mostraba muy sensible a cualquier reprimenda, por lo que, durante un tiempo no dije nada. Esto no fue bueno porque un día perdí el control. Arrojé su cuaderno sobre el pupitre y en voz alta protesté por esos dobleces que tanto me hacían enojar. Al día siguiente vino a mi mesa con total candidez, mostrándome exultante una pila de cuadernos. "Señora Franke, mis cuadernos ya no tienen orejas de burro", anunció. Las había cortado todas con unas tijeras.
Eres uno de nosotros, Marianne Franke

domingo, 24 de octubre de 2010

La barra porcentual.



En una clase, había un alumno que presentaba cuadernos desordenados y escritos con desaliño, rara vez traía sus tareas completas, no estudiaba y no era confiable. Sobre la base de sus ocasionales observaciones, detecté su gran inteligencia. No obstante insistía en ser caótico. “Yo amo el caos, señora Franke”, dijo una vez con teatralidad.



Le reservé entonces un espacio en la pizarra lateral para su barra. “Muy bien”, le dije, “tú quieres ser caótico y tus padres y yo te pedimos que mantengas el orden. Aquí tienes la barra entre el caos y el orden. Dado que sé que no logras por completo lo uno ni lo otro, te pido que durante unas semanas anotes todos los días tu autoevaluación”.




C (caos)___________________________■______________________________O (orden)




De modo que el muchacho marcaba día a día dónde se hallaba entre esos dos estadios. Pronto dejó de resultarle importante mantenerse siempre próximo al caos, tal como había anunciado al comienzo. Más aún: movilizó un proceso de toma de postura, dejándose sorprender por cómo fluctuaba, día tras día. Investigaba si había algún acontecimiento en clase, una situación en su casa o durante el juego que determinaran que se ubicara más cerca del orden o del caos. Este alumno, a sus once años, de edad, reconoció por sí mismo que se acercaba más a “O” en aquellos días de clase que seguían a aquellos en los que su madre no trabajaba, mientras que se acercaba más a “C” cuando la madre trabajaba el día anterior y él veía más televisión o estaba más en la calle. Este interés calmo e inquisidor le posibilitó reflexionar sobre sus procesos internos.



Los niños desarrollaron por sí mismos numerosos pares de conceptos que representaban en barras o dibujaban en sus cuadernos. Un momento prefijado de dos o tres minutos, y en grupo, les permitía su diaria determinación del punto.

            triste____________________■________________de buen humor 


dispuesto a trabajar______________■____________________desganado


           agresivo____________________■______________________conciliador




Los viernes los niños siempre volvían a mencionar las conclusiones que sacaban de su actividad con dicha barra.


tomado del libro de Marianne Franke, Eres uno de nosotros, Ed. Alma Lepik.

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