Tuve un alumno al que le resultaba muy difícil mantener el orden en sus cuadernos y libros. Al cabo de un mes, las encuadernaciones estaban desgarradas y todas sus libretas tenían roturas y dobleces en sus ángulos, las llamábamos "orejas de burro". Por supuesto no faltaban manchas de tinta o tareas incompletas. Lo más difícil era que el alumno reaccionaba todavía de modo infantil y se mostraba muy sensible a cualquier reprimenda, por lo que, durante un tiempo no dije nada. Esto no fue bueno porque un día perdí el control. Arrojé su cuaderno sobre el pupitre y en voz alta protesté por esos dobleces que tanto me hacían enojar. Al día siguiente vino a mi mesa con total candidez, mostrándome exultante una pila de cuadernos. "Señora Franke, mis cuadernos ya no tienen orejas de burro", anunció. Las había cortado todas con unas tijeras.
Eres uno de nosotros, Marianne Franke

domingo, 10 de octubre de 2010

La escucha activa y la atención concentrada.





Después de la fiesta de cumpleaños de Rebeca, tras los regalos, la tarta y los juegos, madre e hija dieron un corto paseo a pie por el barrio. Cuando Rebeca iba ya a acostarse, cansada por tantas emociones intensas, esta le hizo saber lo que sentía:
-          ¿Sabes qué fue lo mejor de mi día?
-          Supongo que el recibir la bicicleta que tanto querías.
-          No. Adoro la bicicleta y la fiesta fue divertidísima. Pero lo mejor fue la caminata que dimos al anochecer; cuando, tomadas de la mano, hablamos de todo lo ocurrido durante el día.
El verdadero encuentro no es más que atención concentrada. Es atención especialmente intensa, nacida del compromiso directo y personal. El contacto vital implica estar íntimamente abierto a las cualidades particulares y exclusivas de aquellos a los que acompañamos y escuchamos.
Los niños muy pequeños manifiestan constantemente hallarse en estado de atención concentrada. Cuando un niño que da sus primeros pasos observa una oruga, por ejemplo, se queda totalmente absorto por su vellosidad, por cada uno de sus movimientos, por la forma de comer del animal. Está personalmente comprometido con la “particularidad” de la oruga.
Lo opuesto al encuentro verdadero es el encuentro en el que nos mantenemos a distancia. Aquí no enfocamos íntimamente nuestra atención; nos contenemos. Vemos, pero desde la distancia; eludimos el compromiso personal. Son muchos los padres que están físicamente con sus hijos, mientras el foco de su pensamiento se concentra en cualquier otra parte. Lo mismo puede suceder entre maestros y alumnos, médicos y pacientes, trabajadores sociales y familias o, simplemente, entre dos amigos que se encuentran o una pareja. El acompañamiento sin verdadero encuentro no es acompañamiento en modo alguno.
Los niños y adolescentes son extremadamente sensibles al grado de atención concentrada que reciben. La cualidad de “estar completamente presente” nutre el autorrespeto desde sus raíces, porque dice “me interesas”. Del mismo modo, niños y adolescentes perciben muy fácilmente cuándo los adultos no logran mostrar atención concentrada.


Para aliviar los celos de Bárbara por su hermanito recién nacido, la señora D. dispuso dedicar parte de sus tardes a estar a solas con ella. Al principio, la actitud de la niña mejoró notoriamente, pero no pasó mucho tiempo sin que la indocilidad de Bárbara volviera con toda su intensidad. La señora D. no podía entender por qué la atención especial había dejado de dar sus frutos. Pronto descubrió la razón. A medida que aumentaba su aburrimiento por los juegos infantiles de todas las tardes, la madre había comenzado a dedicar el tiempo de aquellos encuentros a la tarea de toma notas mentales. Su mente se encontraba entonces ocupada por pensamientos tales como “tengo que sacar la tarta de la nevera” u “olvidé llamar a Sara”. De esta manera se retiraba a su mundo privado, y su hija notó el distanciamiento de inmediato.
La señora D. dejó entonces de lado tanto los juegos infantiles como sus planes personales, y concentró su atención en la nariz respingona de Bárbara, en su frente salpicada de pecas, en las luces que brillaban en sus ojos. Se abrió a la “particularidad” de Bárbara. Y, por cierto, los celos de la hija desaparecieron en la misma medida en que su madre se dio al compromiso directo con ella.
Los niños y adolescentes sienten la “presencia interna”. Sin ella, el tiempo junto a ellos es tiempo perdido y hasta dañino. La falta de encuentro deriva fácilmente en mensajes negativos. El distanciamiento habitual se siente como falta de interés. Lo opuesto del amor no es el odio, como muchos suponen, sino la indiferencia. Y nada comunica el desinterés con mayor claridad que el distanciamiento. El niño o el adolescente no puede sentirse valorado por adultos que estén siempre absorbidos por sus propios asuntos.
De cualquiera de las maneras en que las administremos, las dosis de verdadero encuentro atesoran un mensaje vital. El compromiso directo y personal transmite: “estar contigo es importante para mí”. Y, en su puesto de recepción, el niño o adolescente llega a esta conclusión: “debo de importarles, ya que se toman tiempo para ocuparse de mi persona”.
Estar totalmente presentes, mostrar atención concentrada, lograr el compromiso personal con lo particular de cada uno o conseguir que los niños y adolescentes sientan nuestra presencia interna con más claridad son las cualidades de base que facilitarán procesos eficaces de escucha activa en el aula y la escuela.


Las gran cantidad de estrategias y habilidades asociadas a las técnicas de la escucha activa sólo son herramientas que permiten adquirir progresivamente mayores capacidades y competencias para lograr encuentros verdaderos.

Este texto es una adaptación libre de fragmentos del libro: El niño feliz, su clave psicológica, Dorothy Corkille Briggs, Ed. Gedisa

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